Obsesión.

Introducción.
El sonido de la succión me ponía enferma, notaba sus labios presionando contra mi garganta y como poco a poco me robaba la vida. Pero esta tortura no acababa ahí. Día tras día  no me mataba, vivía encerrada en su castillo, tirada en el último lugar en el que hubiera robada un poco más de mi vida, sin fuerzas para arrastrarme a otro lugar. Recuerdo que el hilo mental de sus pensamientos acariciaba mi conciencia con suavidad, casi como si no quisiera asustarme antes de colarse en ella y hacerme sentir como mi ser se partía en dos. Entonces empezaba a susurrar de mente a mente lo mucho que amaba mi sangre, su sabor, su espesura. La delicadeza de mi piel al ser perforada por los colmillos, el calor fluyendo por su garganta al tragar mi esencia. Mi esencia… decía los versos mas bonitos sobre ella mientras la destruía.

Cuando aún creía en lo humano.
Esta historia empezó como otra cualquiera, ya sabéis, un choque, una sonrisa, empiezas a hablar. Luego no le vuelves a ver, pero al cabo de unas semanas, todavía piensas en su sonrisa y en como acabó la noche. Justo ese día te lo vuelves a encontrar, vuelves a hablar con él, reís, y antes de darte cuenta sueñas con él. Te enamora porque es gracioso, oportuno, cariñoso. Te atrae por sus anchos hombros, te vuelve loca su pelo, la idea de enredar las manos en su cabello. Te pierdes en sus ojos, su mirada te promete todo. Piensas que es demasiado hermoso, que debe de ser tu imaginación. Y cuando su instinto puede al hombre, descubres que es verdad, todo era un sueño.

Muerte en vida.
Al  fin lo decidió. Notaba que mis fuerzas menguaban con celeridad, y la sangre muerta no sirve de nada.  Ese día el cielo estaba encapotado y mis fuerzas sufrían, sin el sol rozando mi cuerpo, no sentía el más nimio estimulo por vivir. Llegó más temprano que de costumbre, y pensé que aquella vez, quizá por fin acabaría.
Me tomó en brazos y me llevó hasta sus aposentos. Las imágenes surcaban mi mente como fogonazos de luz. Me tumbó sobre la cama y note el mullido colchón como el cielo. Sonreí pensando que moriría. Sentí su peso aplastándome y como el aire escapaba de mis pulmones por última vez. De nuevo sus dientes, la succión de la sangre. Soñé con el paraíso, y por una vez deseé que no parara; solo una gota, una gota más. Pero paró. Sollocé pidiendo más e intenté acercarlo a mí, pero él se había propuesto otra cosa. Me convirtió.
Irónicamente, él deseaba que mi sangre nunca acabara y pensó que como vampira no sería sino más dulce. Se equivocó. Mi sangre cambió su composición completamente y dejó de ser el dulce manjar que tanto codiciaba. Y en un arranque de ira, mandó que me encerraran hasta mi muerte.
Pensaréis que los vampiros no pueden morir, claro que quizá, tampoco creáis en  vampiros; más si queréis saber mi final… es cruel.
El hambre creció en mí y poco a poco mi cuerpo se consumió  así mismo, me sequé como una hoja se seca en otoño, mientras mi garganta ardía y oía el latir de los corazones humanos. El olor de la vida impregnaba mi memoria. Por aquella época fue cuando abrieron una ventana y el sol que tanto había necesitado, empezó a carcomer mi piel. Sufrí una lenta agonía mientras se formaban callos y llagas en mi piel. Pero nunca llegué a morir de todo. Un vampiro con el corazón físicamente entero nunca lo hace, aun oigo el ruido de succión tras  los muros de mi prisión; recuerdo sus labios, sus palabras, y desperdicio mis últimas fuerzas en llorar por amor.

1 comentario:

  1. Oscuro, y cruel. Pero sin embargo hermoso. Tu manera de describir cada pequeño detalle de como te succiona la sangre... cómo recordás todo lo que tu vampiro te hizo, es impresionante. Un vampiro codicioso y cruel, pero aún así. Tu manera de relatar es Hermosa!.

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