¿Jamás?

-Sabes que tú y jamas podremos estar juntos, ¿verdad?
-¿A qué viene eso?- preguntó el con desconcierto.
Llevaban un buen rato callados uno al lado del otro, sin decir nada, simplemente respirando el aire que expiraba el otro, cambiando de vez en cuando el peso de pie a pie, y acercándose milímetro a milímetro a cada instante. 
-No, nada-contestó mientras bajaba la mirada- solo se me acaba de ocurrir.
Él dio un paso hacia ella quién al retroceder tropezó con el bordillo, estuvo a punto de caer pero entonces él la tomó por la cintura acercándola a él, estrechándola contra sí y agachando la cabeza de tal forma que sus alientos se entremezclaran.
-¿Y por qué?-susurró ahora a su oído-¿Qué lo impide?¿A caso me odias?
-No creo que pudiera odiarte.
Sonrió y le apartó un mechón que le había caído al rostro.
-Entonces, ¿qué lo impide?
Ella perdió el hilo de sus pensamientos y lo que antes le había parecido un obstáculo ahora no le parecía más que otra tentación, aún así suspiró: la edad.
Él reó y la acerco más así mismo, al hacerlo, tan brusco como fue el gesto, la camisa de ella resbaló sobre su hombro  dejando al descubierto su clara piel. Mientras, ella agarraba fuertemente su camiseta a la altura del estomago; cuando fue consciente de ello lo soltó a toda prisa, pero dejo su mano reposando sobre el duro tacto.
-Entonces no debemos dejar que pase nada.
Pero mientras lo decía acariciaba su clavicula, apenas sin tocarla, dejando un rastro de fuego sobre su piel.

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